sábado, 9 de mayo de 2015

Día 11 Heidelberg

Empiezan las despedidas. Hoy ya decimos adiós al campo base. Madrugamos, la costumbre de estas vacaciones hace que no necesitemos despertador. Es 15 de agosto y se nota el fervor religioso en Gengenbach. Una multitud de gente camina hacia la iglesia. Todos llevan trajes y vestidos propios de la región y ramos de flores. Los hay de todos los tamaños y colores. Si a algún despitado se le ha olvidado hay varios puestos donde pueden comprarlos. Conseguimos entrar en la iglesia, un minuto es suficiente para ver el altar abarrotado de flores.



 Comienza el oficio religioso y decidimos marcharnos.

Nos queda un intenso día en Heidelberg, acompañados por la lluvia y la humedad. Dejamos el pueblo a las 8.30 y antes de las 10 ya estamos en la ciudad.
Heidelberg es famosa por varios motivos. En ella se encontró en 1907 la primera mándibula humana que hace pensar que había presencia humana en Europa hace 600.000 años. Por otro lado, se encuentra la universidad más antigua de Alemania.

Conseguimos aparcar cerca del hotel y vamos a dejar las maletas. Con diferencia es uno de los hoteles que recordaremos toda la vida y no precisamente por sus comodidades. Se trata de un edificio antiguo, parecido a una casa señorial, con escaleras enmoquetadas, pasamanos de madera, lámparas con lágrimas de cristal y cuadros de los antepasados desde el siglo I d.C por lo menos. Presumimos de "buena suerte" y nos toca una habitación cuádruple, inmensa, en la ÚLTIMA planta y SIN ascensor. Solo Carlos sabe lo ligeras que son las maletas después de ese esfuerzo, jejeje. La habitación tiene una decoración de lo más...pero eso es lo de menos. Lo peor de todo son los colchones. Soy de sueño fácil y capaz de dormir encima de una piedra, pero lo de esos colchones no tiene nombre. La parte divertida está en el mando de la televisión. No exagero si escribo que su tamaño era similar a un zapato de la talla 45. Ahí lo dejo ;)


Una vez superado el susto inicial, cogemos el paraguas y ponemos rumbo a la calle peatonal más larga de Europa desde 1978. Alrededor de 1.6 km que unen la Bismarckplatz hasta el Ayuntamiento.



Pretendemos llegar al Palacio o Castillo, desde el siglo V a.C los Celtas lo usaron como fortaleza y más tarde los romanos y otros colonizadores fueron variando su uso.


Subimos en funicular y la ciudad queda a nuestros pies. La estación se encuentra detrás de la plaza del Grano y la subida hasta la estación de Molkenkur cubre una longitud de 471 metros. El trayecto apenas dura 5 minutos, pero merece la pena. El precio del billete de ida y vuelta son 6 euros e incluye la visita a los jardines, la bodega y la farmacia.


Gran parte del castillo está siendo rehabilitado aunque no por ello es menos espectacular. La Dicker Turm («torre gruesa»)fue dinamitada,pero podemos ver otras estancias.


 Desde uno de los miradores podemos ver toda la zona que hemos recorrido a pie.


Es espectacular como cruza el río Neckar la ciudad. Más tarde podremos pasar por uno de los puentes y si nos entretenemos un poco incluso podremos ver como cruzan los barcos mediante el sistema de esclusas.


Seguimos avanzando y vamos a visitar los jardines


La bodega

 Y el gigantesco barril, hecho de madera. En realidad hubieron 4 barriles desde el siglo XVI y en ellos se recogía la décima parte de la recolección de vino. No era de gran calidad, pero  no suponía impedimento para que se lo bebiesen en una media de 150 días.


Regresamos de nuevo a los pies de la ciudad en funicular. Tenemos hambre, son muchas horas las que estamos en ruta y decidimos entrar en calor en una taberna.

Con las pilas cargadas de nuevo volvemos a recorrer la calle peatonal, fijándonos en los edificios barrocos.




Rumbo al paseo de los filósofos, ( Philosophenweg ). Heidelberg fue el centro del Romanticismo en Alemania y este paseo con vistas a la ciudad y al Palacio es una joya que queda de ello.


Agotados por las escaleras que hay que subir hasta llegar a la colina descansamos con el atardecer.


Y sin mucha prisa regresamos al hotel. Nos detenemos en el puente y podemos ver pasar al barco.





 Es la segunda vez que lo vivimos. Una vez en el Nilo, subidos en el barco y hoy desde el puente. Sigue siendo espectacular.

Cae la noche, ya sin fuerzas y con un gran chaparrón nos comemos un crepe de camino al hotel y a sufrir el colchón.

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